COLUMNA: SMALLTOWN GAL
POR MARIANA RECAMIER
Es un hombre malhumorado, esa fue la advertencia que nos dieron antes de llegar a la tienda Roxy and Roll de Ricardo «El León» Villalpando. Discos de vinilo, enciclopedias, instrumentos, tornamesas, un mundo completo resguardado por un hombre conocido por su mal carácter. Te sorprendió que los artículos tenían los precios marcados a diferencia de los otros lugares por los que habíamos pasado en el centro de Guadalajara. Había cierto orden, se notaba en cada esquina. Escarbaste en el mueble con la promoción de tres discos por 100 pesos hasta que encontraste algo interesante. Nos acercamos a la caja para pagar tu nuevo tesoro, que incluía las voces de Nacha Guevera y Amparo Ochoa. De tu bolsa se asomaba el disco que compraste en otra tienda. El mito del personaje avinagrado se derrumbó ante nuestros ojos. Ricardo reconoció Capturados de Banda Bostik y sonrió. La foto del concierto en el penal de Barrientos generó algo en su memoria ya que sin mucho preámbulo comenzó a contarnos sobre los años en los que intercambiaba música en «El Chopo», el tianguis de Ciudad de México donde punks, metaleros, góticos y demás criaturas buscan ropa, discos, libros y alcohol todos los sábados desde los ochenta.
No era la primera vez que escuchaba una de las historias de «El León». Hace algunos años, cuando aún era estudiante en la licenciatura de periodismo, lo entrevisté para mi clase de radio. No recuerdo bien cómo fue el acercamiento, pero sé que no recibí malos tratos. En ese entonces me contó sobre cómo Lucy, la Gibson Les Paul roja de George Harrison, terminó en las manos de un rockero de Guadalajara. Su versión dice así: al beatle le robaron la guitarra en un concierto y después de un tiempo apareció en la tienda de instrumentos de Los Ángeles donde trabajaba Miguel Ochoa, líder de La Fachada de Piedra, el único grupo tapatío que tocó en el festival Avándaro en 1971. Miguel compró la guitarra sin saber quién era su dueño hasta que el mismo Harrison le llamó para decirle que la quería de regreso. En un video de 2015, el rockero tapatío dice que compró a Lucy simplemente porque le gustó y le pidió una similar al músico británico para devolvérsela. Tres días después del acuerdo telefónico, dos representantes del silencioso de Liverpool estaban en el aeropuerto internacional Miguel Hidalgo y Costilla con dos instrumentos para elegir.
Llegamos al Roxy and Roll gracias a las indicaciones que nos dio Ramiro Flores desde su propia tienda en la calle Independencia. Ahí, en Alto Voltaje, vimos con ojitos de nostalgia el álbum debut de Bathory entre una amplia oferta de metal. En los exhibidores había ediciones japonesas de discos de The Beatles y otras bandas. Ramiro intercambia mercancía con un japonés que vende vinilos y artesanías mexicanas en su país. No pude evitar imaginar un local en Tokio u otra urbe nipona con chanchitos de barro, blusas bordadas y discos de José Alfredo Jiménez.
Antes de alejarnos del centro, entramos a una tienda donde compraste una playera de Behemoth, una banda polaca de death metal. Amé el estampado con la Inmaculada Concepción custodiada por dos muertes gemelas, era un descubrimiento curioso en esta ciudad tan católica. Luego hablé contigo de mis inquietudes sobre lo que podría aportar con esta columna que inicio hoy. ¿Qué podría decir yo sobre Guadalajara? En estos días leí otra vez las crónicas de Salvador Novo, Juan José Doñán, Vanesa Robles y muchos otros, pero no podía dejar de pensar en tu playera de la virgen gestante. Entre comprar un parche de Misfits y una playera de Behemoth además del precio, lo que interviene es una mirada capaz de ver algo distinto (no precisamente mejor), algo que sobresale en un perchero lleno de ropa negra casi idéntica. Lo mismo sucedió cuando encontraste el disco de Bostik o cuando Miguel Ochoa compró a Lucy en esa tienda de Los Ángeles. ¿Qué busca el japonés en la colección de Ramiro o entre alfarería mexicana? ¿Qué le permitió a Novo ver dos ku klux klanes y a Pepe Guízar dos alcatraces al revés en las mismas torres de la Catedral (como advierte Doñán en uno de sus artículos) o a mí dos helados cohetitos de vainilla? Diferentes formas de acercarse a la realidad, de observar.
Pienso en tu mirada, la de ellos y la mía como una especie de tentáculo ciborg que selecciona, separa, busca objetos que representan algo, cuentan historias, detonan otras y entonces confío, confío en mí por un segundo y no hago promesas ni grandes declaraciones: en esta columna quiero ofrecer mi mirada de la ciudad que no es más especial que la de otros, pero es mía. Una mirada que conoce el Área Metropolitana desde la colonia Hermosa Provincia hasta Santa María del Pueblito, una mirada con ciertas inquietudes e intereses que la atraviesan y le dan forma. ¿Alguien quiere acompañarme a explorar las tierras tapatías y sus márgenes? Tenemos covers de Elvis Presley, playeras satánicas y tejuino con nieve de limón.
Fotografía por Natalie Cardona / Unsplash