POR: MANUEL FONS
COLUMNA: DIJO NUNCA NADIE
- Antología Voyager. Si las antologías más acotadas, del tipo Los veinte mejores poetas del FOVISSSTE Miravalle, nacidos en los 2000, generan un sinfín de polémicas, no quiero imaginar la que se habría armado si el disco de oro que la NASA mandó en las sondas Voyager 1 y 2 en 1977, con lo más representativo de la Tierra y de la humanidad, hubiera sido sometido a la opinión pública, sobre todo considerando el espacio tan reducido (la capacidad de almacenamiento de un viejo vinilo) para incluir los sonidos más representativos de la Tierra.
- Una antología así fuerza a elegir no sólo nombres, sino disciplinas: ¿por qué incluir la música y no la filatelia?; no sólo música, sino géneros: ¿por qué la música culta y no unas cumbias perronas?, autores: ¿por qué Bach y no John Cage o Luigi Nono?, piezas: ¿por qué el segundo movimiento de Brandenburgo y no el quinto?, intérpretes ¿por qué la interpretación de Karl Richter y no la de Trevor Pinnok?…
- Como cada una de estas elecciones implican todo el conocimiento y toda la escala axiológica de la humanidad, para llegar a conclusiones satisfactorias habría que formar un comité interdisciplinario de expertos y discutirlo por miles de generaciones, y quizá nunca se llegaría a un acuerdo, pero, por suerte, los científicos no son como el asno de Buridán; para elaborar esa complejísima antología la NASA designó a Carl Sagan y asunto resuelto.
- Carl Sagan hizo una clasificación heteróclita, tipo El Aleph de Borges, que incluyó sonidos de pájaros, lobos, grillos, trenes, La consagración de la primavera, el canto de las ballenas, el chasquido de una madre besando a su hijo, canciones pigmeas; saludos en 67 lenguas, las hegemónicas y otras como el acadio, el urdu, el chichewa y el nguni; imágenes, ondas cerebrales, etc.[1].
- Ahora, quizá, se podría mandar toda la música de Spotify en un gran disco duro, y una biblioteca con diez millones de libros y diez millones de imágenes[1].
- Lanzamiento del disco de oro. La idea del disco lanzado al espacio como un frisbee sideral es bellísima, como una botella lanzada al mar cósmico en busca de una inteligencia que sea capaz de encontrarlo, descifrarlo y responderlo. Lo malo, para los impacientes, es que la estrella más cercana de la Tierra es Alfa Centauri, que está a 41,2 billones de kilómetros. Si las sondas viajaran a la velocidad de la luz, llegarían en 4,36 años, pero como sólo viajan a 65 000 kilómetros por hora, si no fallan mis números, tardarían 72 356 años en pasar por ahí.
- Por otra parte, nada nos asegura que haya vida inteligente en ese barrio, podría ser un planeta de organismos monocelulares o de reguetoneros. Lo bueno es que se calcula que el disco puede viajar hasta mil millones de años; hay tiempo.
- Recepción del disco de oro. Supongamos que una inteligencia extraterrestre encuentra y decodifica el disco de oro. Esto se presta para una serie de elucubraciones:
- En caso de que haya vida inteligente, no importa si estos seres son como E.T., Marvin, Alf, Kang y Codos, el problema sería que su aparato sensorial no percibiera el mismo rango de sonidos que el nuestro. Sabemos que los colores, los olores y los sonidos que captamos de la realidad no son iguales en todas las especies, que cada una abarca un bando de frecuencias distinto, en el caso de los humanos, entre 20 Hz y 20 kHz; debajo de ese rango escuchan las ratas, los topos, los elefantes; encima: gatos, perros, delfines, murciélagos. Si se diera el caso de que los extraterrestres escucharan debajo o encima del rango en el que se codificó nuestra música, serían físicamente incapaces de escucharla. Quizá podrían transportarla, pero escucharían otra cosa, por ejemplo, Chuck Berry con voz de castrati infrasónico.
- Supongamos que su percepción sensorial es igual o superior a la nuestra, y que decodifican todos los sonidos e imágenes que les mandemos, incluso los saludos, pero ¿cómo podría ser su experiencia musical? ¿Cómo escucharían La Quinta de Beethoven, el son de «El cascabel», La canción de boda peruana?
- Es posible que escuchen, pero que no disfruten, que padezcan alguna de las amusias que cuenta Oliver Sacks en su libro Musicofilia. En el prefacio, de hecho, refiere un cuento de Arthur C. Clarke, «El fin de la infancia», donde los extraterrestres no entienden por qué los humanos reaccionan a la vibraciones sonoras de una manera tan emocional.
- También puede ser que disfruten la música, pero no entiendan las letras. Heidegger dijo que, para los lagartos, lo que piensan los seres humanos es aburridísimo y totalmente inconcebible; Wittgenstein, a su vez, razonó: «Si un león pudiera hablar, no lo podríamos entender». Si no me equivoco, tanto Heidegger como Wittgenstein se refieren a que el lenguaje tiene distintos niveles: una cosa es entender el referente literal y otra toda la cultura y todo el sistema de valores y creencias, toda la experiencia humana implícita en las palabras[3].
- Si más adelante la NASA logra mandar «Here comes the sun», aunque un extraterrestre lograra encontrar un equivalente de cada palabra de George Harrison en su idioma, no significa que entendería a qué se refiere. Una lectura literal de la frase «Here comes the sun» podría entenderse como un evento astronómico, como que el universo va a contraerse y el sol está a punto de implosionar, fenómenos que han ser concebibles en su experiencia si el universo, como dicen los astrónomos, funciona así. No sabemos si conozcan el concepto del cariño, el amor, la ternura, por lo tanto, cuando dice Little darling, podrían pensar que es una persona de pequeñas dimensiones llamada Darling… y así para cada frase.
- Si nuestros aparatos sensoriales son semejantes es posible que muchas disciplinas artísticas sean disfrutables en todo el universo por lo que ofrecen a los sentidos, independientemente del significado, así, The Planets de Holst, La noche estrellada de Van Gogh, Space Odissey de Kubrick podrían ofrecer estímulos visuales y sonoros a cualquier civilización inteligente del universo, pero la literatura, que depende del lenguaje y del significado para disfrutarla, no les daría ningún placer. Si acaso, podrían valorarla en sus características plásticas: la edición de los libros, la portada, la composición, la tipografía, la distribución de los espacios, y podrían traducir algunas palabras concretas, relacionadas con su experiencia, como «vivir», «morir», «planeta», «agua», etc.
- Aun si les mandáramos ediciones críticas, donde se explicara cada acción y cada adjetivo, dichas explicaciones requerirían otras explicaciones, y así, ad infinitum, pues hay cosas que no son comprensibles si no hay una experiencia. ¿Cómo se le puede explicar el color azul a alguien que nunca ha visto ningún color?
- Un cuento maya-itzá llamado «El origen del mundo» dice más o menos así: Una mamá le pide a su hijo desobediente que no se vaya a sentar encima del ayote. El niño, desde luego, lo hace y el ayote lo persigue. El niño ve a un tigre que le pregunta qué pasa, éste le explica y cuando se oye el zumbido del ayote, el tigre dice: «cuñado, esto no es con nosotros» y corren. Sucede lo mismo cuando pasan por donde está un leñador. Luego van los tres corriendo, encuentran a una anciana, ésta les dice que entren a su casa y cuando pasa por ahí el ayote, lo parte con su machete y en los pedazos «ve el mundo entero en donde estamos».
- Pocos kilómetros y pocos años nos separan de la cultura que produjo este cuento y además esta traducido, no tenemos que luchar con el idioma original (ixnuuque layti’ a naxi’ yokol ca’ je’la tu’ux yano´on.), parece sencillo, pero es muy fácil de malinterpretar. Alejos García nos acerca al significado: Al principio uno piensa que el niño transgredió un valor moral con su travesura y, por tanto, será castigado, pero en realidad su transgresión es positiva porque posibilita el descubrimiento. La travesura puede ser una fuente de conocimientos. Lo de «cuñado» se debe al ambiente mitológico, y que en esos relatos los jaguares suelen tener relaciones humanas. La anciana es valiente, sabia, y parece saber de antemano la situación. En cuanto al ayote, que es una calabaza, incluso para Alejos es un enigma: «seguramente encierra entimemas culturales clave para la comprensión del relato».
- El disco de ellos. Tal vez ya nos han mandado antologías de otras galaxias, pero en otros soportes y ni cuenta nos dimos, o llegaron como esos crushes que te buscan en los momentos más inoportunos.
- Si un día nos llega un disco de oro del espacio, quizá podremos disfrutar de sonidos e imágenes asombrosas, pero si mandan literatura, no habría criptólogo, traductor, piedra roseta, ni edición crítica que lograra sacarnos ni un lumen de comprensión; tendríamos un montón de garabatos y ni idea de lo que significan, más allá de algunos verbos y sustantivos simples.
- Si nos cuesta trabajo descifrar textos escritos por humanos, como el Códex serafiniano y el Manuscrito Voynich, qué esperanza de que pudiéramos rescatar algo de sentido en manuscritos de otros planetas.
- Mientras tanto. Para que nuestra música conquiste otras galaxias o la de otras galaxias venga a conquistar la Tierra, tiene que ocurrir una abundante serie de azares y podrían transcurrir miles de millones de años, mientras tanto, podríamos aprovechar el tiempo para discutir sobre arte y ponernos de acuerdo en lo que es mejor y peor, pues, a como van las cosas con esto del relativismo y la posverdad, no vaya a ser que el próximo disco de oro se decida en una votación por Twitter y se quiera quitar a Beethoven para poner a Bad Bunny o mandar una mamarrachada conceptual, como una escultura invisible o una sinfonía de silencios.
- En tal caso, los alienígenas podrían pensar que somos muy estúpidos y seríamos el hazmerreír del cosmos.
- También lo podrían tomar como un escupitajo intergaláctico y venir a hacernos la guerra.
- Así pues, más vale ir reflexionando estos temas.
[1] En esta lista compilé el soundtrack de lo que se mandó al espacio. No es la única, pero es la más chida, así que córranle antes de que me arrepienta:
[2] Dato curioso 1: Sagan eligió la canción «Here comes the sun» de los Beatles, pero la disquera EMI se la negó, no fuera a ser que una civilización extraterrestre lucrara y se enriqueciera sin pagar derechos, regalías, ni impuestos. Dato curioso 2: incluye una canción mexicana: «El cascabel» de Lorenzo Barcelata, interpretada por el Mariachi México de Pepe Villa.
[3] Véase el célebre ejemplo de el escarabajo en la caja de Wittgenstein en el aforismo 293 de sus Investigaciones filosóficas.
Fotografía por Diego Marín / Unsplash